Camille asintió con la cabeza y echó una ojeada al pasillo oscuro. Todo estaba en calma.
—Hay una chica que trabaja para mí —empezó a decir lentamente—. Se llama Laenys. Vino de Las Vísperas. La isla se ha sumido en la desesperación. No hay trabajo ni casi comida. Ella escapó y vino aquí. Laenys es una gran trabajadora. Nunca se ha quejado.
—¿Por qué me estás contando esto?
Camille la observó un rato más.
—He oído muchas cosas sobre ti, Terror. Por ejemplo, que eres una mascota del Imperio.
Eliana rio y apartó la mirada. Le ardían los ojos.
—Normalmente, a las mascotas se las aprecia, ¿no?
Necesitaba conseguir algo de comida para el cuerpo, eliminar del pecho aquel sentimiento traicionero que la atormentaba.
—También me han dicho —prosiguió Camille— que eres invencible.
Eliana se volvió a mirarla bruscamente.
—Y te gustaría comprobar si ese rumor es cierto, ¿verdad? Abrirme en canal y ver qué ocurre.
—No. Tengo un trabajo para ti si lo aceptas.
—Todavía no he terminado el último encargo —le recordó Eliana—. A Simon no le gustaría que me robaras.
—¿Y qué pasaría si mi trabajo pudiera llevarte hasta tu madre antes que él?
La mano de Eliana voló hasta Arabeth, colocada en su cintura.
—Cuidado, Camille —dijo en voz baja—. Estás entrando en un terreno peligroso.
—Secuestraron a Laenys hace unos días. Quiero que descubras quién se la llevó y que la traigas de vuelta.
Secuestrada. ¿Igual que su madre? Eliana se puso rígida, el corazón le latía con fuerza.
—¿Qué le ha pasado?
—No lo sé. —Camille apretó los labios—. Vienen por la noche. Cada siete días. Se llaman Fidelia. Esta es la palabra que he oído usar. La gente la susurra como cuando hablaba del Imperio antes de la invasión.
—¿De qué se trata, entonces? ¿Es una escisión de la Corona Roja?
—Solo he oído rumores. —La incertidumbre parpadeó en el rostro de Camille—. Pensarás que es una tontería.
—No lo haré. Habla.
—La gente dice que Fidelia... —Camille se pasó la mano por el pelo corto y negro—. He oído que son adoradores de los ángeles. Creen que el Emperador y sus hombres no son humanos, sino ángeles. Cazan para servirlos, para que los seres divinos los glorifiquen cuando conquisten el mundo y lo gobiernen todo. —Se burló—. Es una estupidez, lo sé, pero ¿acaso no lo es todo a estas alturas?
Eliana sintió que un horror frío le bajaba por la columna vertebral. ¿Era posible que Remy tuviera razón?
Camille continuó:
—Hasta al cabo de un tiempo no nos dimos cuenta de que la gente estaba desapareciendo. Rinthos está tan abarrotado que alguien puede pasar días desaparecido antes de que te percates de que se ha marchado. Al principio solo cogían a una. Después, a unas cuantas. Luego a muchas. La gente empezó a darse cuenta. Sin embargo, los raptos continuaron. —Camille soltó un suspiro leve y tembloroso—. Desaparecen chicas cada siete días. Y también mujeres. Mayores, jóvenes, ricas y pobres. Sobre todo pobres. —Su voz adquirió un tono más amargo—. Nadie las echa de menos, ¿sabes?
Eliana no pudo quedarse callada por más tiempo.
—Secuestraron a mi madre así como así, en Orline.
Camille asintió sombríamente con la cabeza.
—Eso he oído. Ha pasado una semana desde el último secuestro. Arriba, la gente lleva toda la mañana susurrando sobre el tema.
Eliana pensó con rapidez.
—¿Las desapariciones siguen algún patrón? ¿Hay algún lugar de donde se lleven a más chicas que de otros?
—Laenys desapareció abajo, en el piso de las luchas. Hoy hace una semana. Volvíamos del mercado y, al doblar una esquina, noté algo, un movimiento, algo frío. Me di la vuelta y...
—¿Había desaparecido?
Camille apartó la mirada, con los puños apretados a los costados y los ojos brillantes.
—No lo entiendo. ¿Por qué solo a las chicas? ¿Adónde las llevan?
«Me hice las mismas preguntas hace unas semanas —pensó Eliana—. En Orline.»
—No lo sé —dijo al fin. Cerró los dedos a un costado, alrededor de una daga invisible. «Fidelia.» Les grabaría a todos la palabra en la frente, les llegaría hasta el hueso—. Pero lo descubriré. Haré que paguen por ello.
Camille la miró desde las sombras.
—Si te ayudo a escabullirte de Simon, ¿lo harás? Hoy es el séptimo día. Caerá la noche y, por la mañana, habrán desaparecido más chicas.
—Entonces, en cuanto caiga la noche —dijo Eliana acariciando la empuñadura de Arabeth con ternura—, saldré a cazar.
3
Rielle
«No temo a la noche,
no temo a la oscuridad.
Hoy os pido, sombras:
ayudadme y luchad.»
Rito de las Sombras,
pronunciado por primera vez por santa Tameryn la Astuta,
santa patrona de Astavar y de los lanzasombras
Rielle estaba de pie en los Llanos. El primer cuerno de la prueba de las sombras le resonó en los oídos.
Unas gradas de madera, cubiertas con los colores negro y azul de la Casa de la Noche, creaban un vasto círculo a su alrededor. Estaba sola en la hierba alta y susurrante, envuelta en una capa y con la capucha puesta.
Esperando.
A lo largo del perímetro del círculo, se elevaban doce plataformas muy altas. En cada una había un lanzasombras, solemne y oscuro, con el rostro enmascarado y la forjadura en la mano.
La segunda llamada del cuerno cruzó gimiendo los Llanos.
Rielle se liberó de su capa y la dejó caer al suelo.
La multitud congregada perdió la cabeza de forma colectiva. Sus vítores estallaron, y todos se levantaron como si fueran uno y empezaron a golpear el suelo con los pies y a gritar su nombre. Rielle alzó los brazos para saludarlos, y las voces se convirtieron en un rugido.