Home > El bosque de los cuatro vientos(17)

El bosque de los cuatro vientos(17)
Author: Maria Oruna

   —Amelia, tenemos aquí al detective.

   —¿A quién?

   —Al detective, por el que llamó antes Servando.

   —¿Ya? ¡Qué rápido!

   Levantó la mirada con gesto de curiosidad y me clavó los ojos más verdes que he visto en mi vida.

   —Lo siento, no quería interrumpir su trabajo.

   —No se preocupe. —Su voz, tras la máscara, sonaba un poco metálica—. Es un segundo, ¿ve? —me indicó, señalando el último agujerito de la talla donde insertaba la aguja—. La carcoma casi desintegra a este pobre niño Jesús.

   —Ya veo, ya. —Y, en efecto, pude observar, más de cerca, la cantidad de agujeros finos y alargados que devoraban la madera.

   Amelia apartó una especie de lámpara blanca, larga y extensible, que tenía sobre su mesa y que acababa en una enorme lupa iluminada. Se retiró la máscara y los guantes y me ofreció la mano, que estreché de inmediato. Para ser restauradora de arte sacro, me sorprendió que fuese tan joven. Quizás tuviese cuatro o cinco años más que yo. Su breve nariz chata acompañada de decenas de diminutas pecas que también bailaban sobre sus mejillas le hacían parecer una niña. Sin embargo, su mandíbula era marcada y dura, y los dos disparos que tenía por ojos me evaluaron sin asomo de discreción.

   —Así que usted es el detective que quiere ver los cuadros de los obispos.

   —Bueno, detective... —intenté aclarar, cansado de que me denominasen de aquella forma—. Soy, digamos, investigador. Profesor de Antropología Social en la Universidad Autónoma de Madrid.

   —Ah. No sabía que a los antropólogos les interesase el arte sacro.

   —Supongo que no especialmente —sonreí—, pero ya le he dicho que también soy investigador... Me dedico a encontrar piezas perdidas.

   —¡Vaya! —Amelia no ocultó su sorpresa—. Su trabajo debe de ser interesante, sin duda, aunque le prevengo de que la calidad artística de los cuadros es bastante limitada... ¿Le interesan por algo en particular?

   —No..., digo... sí. Quiero decir que hasta hace un rato no sabía que existían. En realidad, lo que me interesa son los nueve anillos de los obispos de Santo Estevo.

   Escuché pequeñas expresiones de exclamación y sorpresa por todos mis flancos, incluso por parte de la joven de cabello azul, que aparentemente estaba a lo suyo, sin prestar atención. Quijano enarcó las cejas y Amelia me sonrió con gesto de curiosidad.

   —Vaya, no me diga. Pero ¿eso no era una leyenda?

   —Yo no lo creo. En todo caso, quiero tirar del hilo, a ver hasta dónde puedo llegar.

   Ella asintió en gesto apreciativo.

   —Disculpe la indiscreción, pero no suelen venir investigadores a nuestro taller —me dijo, pausando y exagerando el tono en la palabra investigadores—. ¿Puedo saber quién le encomienda la búsqueda de esos anillos?

   —Oh, nadie —respondí con franqueza—, supongo que su búsqueda se ha convertido en algo personal. Suscitan mi curiosidad.

   Ella sonrió con un gesto que me pareció un misterio.

   —¿De dónde es usted, de la capital?

   —Sí, de Madrid.

   —Ya veo... Pues aquí, en Galicia, le aseguro que tenemos reliquias y antigüedades para curiosear durante mil vidas. ¿Por qué tanto interés en esos anillos? Creo que hasta el padre Servando los considera una leyenda —me dijo, aludiendo al director del Archivo Histórico Diocesano.

   —No lo sé —reconocí, comenzando a sentirme avergonzado—, supongo que hay objetos que nos buscan para contarnos su historia.

   Amelia alzó las cejas sorprendida y miró de reojo a su compañera de cabello azul, que continuaba simulando no prestar especial atención, para después cruzar un gesto de complicidad con Quijano, que permanecía a mi lado. La restauradora pareció darse cuenta de que me había dejado en una posición algo incómoda, y me pidió disculpas.

   —Perdone, es que aquí nunca suelen pasar cosas muy emocionantes, y menos que vengan antropólogos a investigar sobre obispos. ¿Su nombre era...?

   —Jon Bécquer.

   —Bécquer, Bécquer... ¿Como el poeta?

   —Exacto, pero... —y aquí me adelanté, porque ya sabía la retahíla de preguntas que solían venir después— ni me consta que seamos familia ni vengo de Sevilla, sino de Madrid, como le he dicho, que es la ciudad natal de toda mi familia paterna. Imagino que mi bisabuelo sería primo lejano del escritor, pero ya le digo, nada que ver.

   Por fortuna, nadie preguntó por el origen de mi nombre, porque me constaba que, al menos en Madrid, no era tan común llamarse Jon. Eso era cosa de mi madre, que había querido hacer un guiño a su tierra, pues tanto ella como su familia eran de Bilbao.

   Amelia asintió y me pidió que la esperase un rato en el pasillo, encomendándole a Quijano que me hiciese compañía mientras ella guardaba el material con el que estaba trabajando. Los apenas cinco minutos que tuve que esperar se pasaron volando, porque Quijano comenzó a contarme lo que sabía sobre las leyendas de Santo Estevo y sobre cómo vivían los monjes cientos de años atrás. Aseguró no querer desanimarme, pero me contó que un tal Morales había visitado Asturias y Galicia en el siglo XVI por orden de sus majestades, solo para comprobar e inventariar la existencia de bienes y reliquias de la Iglesia en la zona, y que de su paso por Santo Estevo no había reflejado la existencia de ningún anillo milagroso. Le rebatí con la posibilidad de que, simplemente, al tal Morales se le hubiese olvidado mencionarlos, pero este moderno cura sacó su teléfono móvil y accedió a algo llamado Biblioteca Digital Hispánica, dejándome fuera de combate.

   —¿Ve? Lea, lea aquí. Se confirma la existencia de los obispos, tenidos por santos en Santo Estevo, pero mire cómo continúa: «Este monasterio se ha quemado dos veces, y allí se consumieron reliquias, libros, escrituras».

   Miré a Quijano con fastidio. Por listillo y por tener conocimiento de un archivo público de consulta del que yo hasta ahora no tenía ni idea. ¡Si hasta aparecía escaneado el libro original del Viaje de Morales!

   —Bueno, solo le dedica una página a Santo Estevo, no iba a incluir todas las reliquias el pobre hombre. Pienso quedarme el tiempo necesario para investigar y llamar puerta por puerta a vecinos, historiadores y religiosos... ¡Algo encontraré!

Hot Books
» House of Earth and Blood (Crescent City #1)
» A Kingdom of Flesh and Fire
» From Blood and Ash (Blood And Ash #1)
» A Million Kisses in Your Lifetime
» Deviant King (Royal Elite #1)
» Den of Vipers
» House of Sky and Breath (Crescent City #2)
» The Queen of Nothing (The Folk of the Air #
» Sweet Temptation
» The Sweetest Oblivion (Made #1)
» Chasing Cassandra (The Ravenels #6)
» Wreck & Ruin
» Steel Princess (Royal Elite #2)
» Twisted Hate (Twisted #3)
» The Play (Briar U Book 3)