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Todos mis amigos(4)
Author: Susana Rubio

   —Alguien le comentó que estarías en el Mistic.

   Alcé las cejas, bastante sorprendida.

   —¿Quién? —preguntó Noa.

   —Ni idea.

   Nos miramos las cuatro y Luna retiró la mirada. ¿Había sido ella? No me extrañaría nada porque solía irse de la lengua sin darse cuenta.

   —Da igual quién haya sido, ¿no? —dijo Luna de inmediato—. La cuestión es que ha querido verte.

   —Pues no sé para qué, porque ni siquiera me mira —argumenté, convencida de lo que decía.

   —Bueno, bueno, la noche aún no ha terminado —insistió Luna.

   —No entiendo nada —dije, pensando en Martín.

   Y no se entendía, porque Martín había dejado claro que no quería nada conmigo. ¿Para qué había venido a la fiesta entonces? Esperaba que sus intenciones no fueran las de joderme de nuevo. El día de su cumpleaños ya se lució bastante besando a aquella tipa delante de mí cara, no era necesario que me siguiera demostrando cómo pasaba de mí. Después de aquello no dejé de repetirme que era imbécil y que no debería haber ido a la fiesta de cumpleaños, pero mis amigas insistieron en que el imbécil era él.

   Esperaba que no lo fuera tanto como para perseguirme y enrollarse con una tía delante de mis narices otra vez.

   —Son complicados —comentó Penélope refiriéndose a los chicos.

   —¿Todo bien en el paraíso? —le pregunté a Penélope.

   —Sí, sí, todo bien...

   Oh, oh, esa respuesta era típica de la Pe de antes: un tono poco convincente y algo inseguro. Ya hablaría con ella en cuanto pudiera, la terraza de la discoteca no era el mejor lugar para sonsacar aquello a Penélope.

   Decidimos por unanimidad entrar de nuevo en la discoteca porque nos estábamos quedando heladas. Yo cerraba la fila de cuatro, pero alguien me cogió del brazo y me detuve para volverme y ver quién era.

   —¿Eres Edith?

   Aquella pregunta salió de unos labios con relleno y unos ojos muy maquillados que se clavaron en los míos. No sabía quién era, aunque me sonaba de algo...

   —Eh... sí, ¿nos conocemos?

   Le sonreí amablemente, pero sus ojos fríos me dieron a entender que yo le caía mal. ¿Por qué?

   —Creo que no tengo el gusto de conocer a la amante de mi marido.

   ¿Amante? ¿Marido? Mi cerebro tardó unos segundos en reconocer aquellas palabras. ¿Era la exmujer de... Pablo?

   Lo era, sí.

   De eso me sonaba, de una pequeña foto de él junto a ella que tenía en el despacho.

   Miré si estaba con Pablo, pero a su lado había un par de mujeres que me miraban con sorna.

   —No lo busques, está en Nueva York.

   —No lo busco —le dije sin saber cómo salir de esa situación.

   —¿Es algo que sueles hacer? ¿Te divierte romper matrimonios?

   Sabía por dónde iba y no quería hablar de ese tema porque en realidad no tenía disculpa alguna. Yo me había follado a su marido y ella tenía todo el derecho del mundo a odiarme, a pesar de que yo no le debía ninguna explicación.

   —Tengo que irme, lo siento.

   Me fui de allí casi corriendo y cuando llegué donde estaban mis amigas me sorprendió ver solo a Luna hablando con Martín. ¿Y Noa? ¿Y Pe? ¿Y qué carajos hacía Luna hablando con Martín?

   No quise huir y me planté a su lado, Luna era mi amiga y no me iba a ir a otro lado porque él estuviera allí.

   —... creerte lo que ves.

   Luna parecía darle explicaciones de algo.

   —¿No me digas? —le replicó él mirándome a mí—. ¿Estás bien?

   Supuse que estaba blanca como el papel después de aquel encontronazo porque no me encontraba demasiado bien.

   —¿Te importa? —le solté enfadada.

   ¿Desde cuándo volvíamos a ser amigos?

   Martín cambió el gesto y chasqueó la lengua. No pude evitar pensar que me resultaba igual de guapo que el primer día.

   —¿Quieres ir al baño? —me preguntó Luna, preocupada.

   Asentí con la cabeza y ambas nos dirigimos hacia allí. Miré a mi alrededor casi con miedo, porque si me encontraba de nuevo con aquella mujer me daría algo. No podía justificar mi actitud, lo había hecho mal, muy mal. Lo sabía y lo tenía claro, y aun así había mantenido aquella relación con mi superior. ¿Por qué? No lo sabía ni yo. Era una de aquellas cosas que haces porque en ese momento la necesitas y después te arrepientes toda tu vida. Pero aquello no solo me afectaba a mí, había una mujer dolida y engañada que ahora me pedía explicaciones.

   Luna me cogió del brazo y entramos las dos en uno de los baños.

   —¿Qué te pasa?

   —Eh... estoy un poco mareada.

   —¿Y eso?

   —Pablo...

   —¿Está aquí? No me jodas.

   —No, no. Su mujer.

   Luna abrió los ojos muy sorprendida.

   —¿En serio?

   —Lo que oyes.

   La mirada de aquella mujer se me había grabado en la mente y al recordarla me entraron ganas de devolver.

   —¡Uf!

   —¿Vas a vomitar?

   —Creo que sí...

   Y tal cual respondí salió toda la cena de mi cuerpo. Algo nada agradable y que me dejó más floja todavía.

   —Qué mala cara tienes —comentó Luna colocándome bien el pelo.

   Mi amiga me había sujetado el pelo y me había ido diciendo que enseguida estaría bien. Pero no lo estaba, tenía mal cuerpo, ganas de meterme en la cama y dormir durante dos días seguidos.

   —Creo que me voy a ir.

   —Te acompaño.

   —No, no. Llamo a un taxi, no quiero aguarte la fiesta. En serio. ¿Y Noa y Pe?

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