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El castigo de los reyes (Furyborn, #3, Empirium, #2.1)
Author: Claire Legrand

1

RIELLE

 

 

«Su Majestad la reina se complace en anunciar que lady Rielle Dardenne, a quien Su Santidad el arconte, con el apoyo del Consejo Magistral y de la Corona, ha nombrado recientemente Reina Solar, llegará a la ciudad de Carduel la mañana del 14 de octubre para presentarse como tal, rendir homenaje a los santos y demostrar sus habilidades ante aquellos que no pudieron asistir a las pruebas sagradas que tuvieron lugar a principios de este año.»

   Proclama mandada por Genoveve Courverie,

reina de Celdaria, a los maestres de Carduel.

20 de septiembre, año 998 de la Segunda Edad.

   Según parecía, que la nombraran Reina Solar no había servido para disminuir el dolor de sus sangrados mensuales.

   Rielle había pasado media mañana en la cama y había decidido que jamás saldría de ella. Era ancha y limpia, adornada con montones de almohadas y con un edredón tan suave que le entró la tentación de robarlo. Según el propietario del Château Grozant, que la noche anterior había sido un manojo de nervios mientras acompañaba a Rielle y a su guardia a los aposentos correspondientes, se trataba de la mejor cama de la posada. Sin duda, tenía que disfrutar de la habitación para agradecer a ese hombre y a sus empleados que lo hubieran preparado todo para ella de una forma tan meticulosa.

   Se lo dijo a Evyline.

   Evyline, capitana de la recién formada Guardia Solar, resplandeciente con su armadura dorada y su pulcra capa blanca, de pie en la puerta de la habitación, enarcó una ceja gris e inescrutable y contestó:

   —Lo lamento mucho, mi lady, pero creo que pasar toda la mañana en la cama no forma parte de vuestra agenda para hoy.

   —Pero tú puedes incluirlo, ¿verdad? —Rielle se puso un brazo sobre los ojos e hizo muecas a medida que los calambres regresaban con afán de vengarse intensamente. Se cambió de lugar la botella de agua caliente que le había llevado Ludivine, se la presionó contra el abdomen y murmuró una maldición—. Puedes hacer todo lo que te propongas, Evyline. Yo creo en ti.

   —Estoy muy conmovida —dijo secamente esta—. Sin embargo, mi lady, solo disponemos de quince minutos; pronto nos esperarán abajo.

   Alguien llamó a la puerta y, a continuación, se oyó la voz apagada de Ivaine, una de las guardias de Rielle:

   —El príncipe Audric quiere ver a lady Rielle.

   La chica asomó los ojos bajo el brazo:

   —¡Pienso quedarme en la cama! ¡Para siempre!

   —¡Vaya, pero si traigo un trozo de pastel! —fue la respuesta de Audric.

   Rielle sonrió y se incorporó. Antes de que pudiera contestar, Evyline puso los ojos en blanco y abrió la puerta.

   Audric entró con su elegante abrigo ceremonial de color verde esmeralda. Se lo veía muy satisfecho consigo mismo. Se acercó a la cama a grandes zancadas, se arrodilló al lado de Rielle y le mostró una bandeja de plata con un pedacito de tarta de chocolate.

   —Para la Reina Solar —murmuró Audric mientras sus oscuros ojos bailaban—. Con los mejores deseos del chef.

   Evyline chascó la lengua desde la puerta:

   —¿Pastel para desayunar, mi lady? Tenemos un largo día por delante. Sin duda sería más adecuado comer algo más sustancioso.

   —No hay nada más adecuado que un pastel cuando has viajado durante un mes y tienes el cuerpo hecho papilla. —Rielle puso el plato en la mesilla y se volvió hacia Audric con una sonrisa. Le sujetó el rostro con las manos y saboreó con la mirada su piel cálida y morena, sus rizos oscuros y su amplia sonrisa—. Hola.

   —Hola, cariño. —Él apresó suavemente la boca de Rielle con la suya—. ¿Quieres que te deje a solas con tu pastel?

   —Ni se te ocurra. Tendrías que sentarte conmigo y ordenar a todo el mundo que nos dejaran solos el resto del día. —Le rodeó el cuello con los brazos y le susurró al oído—: Y después tendrías que besarme, por todos lados, una y otra vez, hasta que me cansara de ello, cosa que nunca pasaría.

   Evyline se aclaró la garganta y salió de la habitación. Al hacerlo, cerró la puerta tras ella sin hacer ruido.

   Audric rio en el pelo de Rielle:

   —Y yo que pensaba que no te encontrabas bien...

   —Es cierto, me encuentro fatal. —Cerró los ojos mientras él la besaba en las mejillas, la frente y el hueco de la garganta—. Aunque esto ayuda —murmuró.

   Enredó los dedos en los rizos de Audric y lo atrajo hacia ella con suavidad, con el rostro fundido en una sonrisa. Se acercó más a él y lo agarró por la camisa. Él le recorrió la espalda con una de sus palmas. La caricia fue tan dulce que a Rielle se le llenó la piel de ligeras ondas temblorosas. Con la otra mano, Audric le rodeó el pecho a través de la fina tela del camisón, y ella se arqueó hacia él emitiendo un suave chillido.

   Un barullo lejano se empezó a oír en el patio de la posada: estallidos de petardos, campanas que repiqueteaban y ovaciones de niños que esperaban para ver por primera vez a la Reina Solar.

   Pero Rielle hizo caso omiso de todo eso y, en su lugar, dejó que Audric la tumbara con delicadeza sobre las almohadas. Entrelazó los dedos con los suyos, le rozó levemente la mandíbula con los dientes y, a continuación, le pasó con suavidad la lengua por la piel.

   —Rielle —dijo él con voz ronca, e hizo que sus bocas se encontraran—. No tenemos tiempo.

   «Lamento interrumpir —se oyó la voz remilgada de Ludivine—, pero ¿qué excusa debo dar a la encantadora gente de Carduel que espera con gran entusiasmo para ver a su Reina Solar? ¿Que en estos momentos está indispuesta? ¿Que su príncipe le está metiendo la lengua hasta la campanilla?»

   Rielle se apartó de Audric con un gruñido:

   —Yo la mato.

   Él la miró desde abajo, donde le había estado prodigando besos en el cuello:

   —¿Lu?

   —Nos está regañando.

   «¿Preferirías que fuera Tal quien lo hiciera?», sugirió Ludivine.

   Al imaginárselo, Rielle estuvo a punto de ahogarse: «¡No!».

   «Estaría encantada de quedarme sentada bajo este toldo a disfrutar de mi té tranquilamente y enviarlo a él en mi lugar.»

   «No, no, ya vamos. Danos un momento.»

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